—Solo necesito una noche —dijo, mi hermana gemela, alzando un dedo en el aire como si estuviera pidiendo algo insignificante—. Una sola noche en la que te hagas pasar por mí. —¡Eso es imposible! —respondí, cruzándome de brazos y mirándola con incredulidad. Marina se inclinó hacia mí, con un brillo en los ojos que me puso los pelos de punta. —¿Imposible? Por favor, Maite. Eres actriz. ¿No se supone que eres la mejor en lo que haces? Esto es un papel. Una gran película, pero en la vida real. Lo que comenzó como un favor inocente para mi hermana pronto desmoronó mi mundo. Fingir ser Marina frente a su prometido, Aris, no solo puso a prueba mis habilidades como actriz, sino que también destruyó todo lo que creía conocer de mí misma. Esa noche, en los brazos del hombre que jamás debí desear, cometí el mayor error de mi vida. Gracias a este error terminé atrapada en un matrimonio lleno de deudas y mentiras, mientras descubría que estaba embarazada, pero no de mi esposo… sino de Aris. Huir fue mi única opción para proteger a mis hijos. Pero cuando finalmente decidí regresar y enfrentar las consecuencias, caí en un juego oscuro y peligroso orquestado por Aris, quien ya sabía parte de la verdad.
Leer másPOV Maite.Alexandros me besó los hombros y las clavículas, bajando con delicadeza los tirantes de mi camisón de satén, dejándolo caer hasta la mitad de mis brazos. Sus labios eran ternura y desesperación. Y sus ojos… Dios, sus ojos me decían tanto que dolía mirarlos.Sus manos descendieron lentamente por mis muslos, acariciándome con esa mezcla suya de adoración y culpa.—Es tonto que, después de luchar tanto por tenerte… —su voz se quebró levemente— hago esto. Perdóname… por ser tan egoísta.—¿Esto? —quise preguntar, pero no me dio tiempo. No me dejó entender.Me levantó en brazos con una suavidad reverente, como si fuera algo sagrado, y frágil. Me acostó sobre la cama, y sin ejercer presión sobre mí, se acomodó encima, apoyando sus rodillas a cada lado de mis caderas.Con manos temblorosas se desabotonó la camisa del pijama, mientras sus ojos no se apartaban de los míos. No había lujuria, lo que había era necesidad, urgencia, dolor y amor.Luego, con un movimiento lento, terminó
POV Maite.El silencio, que había sido un refugio inquietante durante las últimas horas, se rompió de golpe con un grito que hizo que mi corazón diera un vuelco.—¡Mamáaaa! —chilló Gianna, seguida de los pasos veloces de Gael.Me incorporé de golpe desde el pecho cálido de Alexandros, donde había dormido apenas un par de horas, pero lo suficiente para recobrar fuerzas. Me senté en el sofá justo cuando mis pequeños entraron corriendo, riendo con esa alegría que me llenaba el alma.—¡Mamá, mamá! —gritaban ambos al unísono mientras se lanzaban sobre mí.—¡Ay, mis amores! —reí entre sollozos y risas, abrazándolos con fuerza—. Dios, cómo los amo… no saben cuánto.Los besé una y otra vez, sintiendo ese calor de madre que te reconstruye desde adentro. Gianna se apretó contra mí como un osito cariñoso.—Mi papito dijo que los hombres malos ya no van a volver nunca más —me susurró con una sonrisa llena de dientes de leche—. Que él es un héroe hermoso y que yo soy su hada mágica, que me necesi
Al oír la voz débil, apagada y rota de su madre, se dio cuenta de que no era la misma que recordaba.Se quedó en silencio unos segundos, tamborileando con los dedos en su muslo derecho, dudando si debía hablar o colgar. Finalmente, respiró hondo.—L-Lucia… soy Maite —balbuceó, casi en un susurro.Del otro lado, un sollozo ahogado interrumpió el silencio.—Maite… hija… pensé que nunca más volvería a escucharte…Ella cerró los ojos con fuerza y su corazón se endureció en un segundo.—No te alegres demasiado —respondió con frialdad cortante—. No te llamo para reconciliarnos. Te llamo para decirte algo que te va a doler… y probablemente te hará detestarme aún más.—Hija, nada me haría despreciarte. Créeme… cometí muchos errores. No culpo a tu hermana, me culpo a mí misma. Fui débil. Permití que me manipulara desde que era una niña… y le di todo el poder para aprovecharse de todos nosotros…—¡Basta! —interrumpió Maite con un grito ahogado, clavando las uñas en su pierna—. No te llamé para
Narrador omniscienteLa puerta estalló sin ceremonia y una docena de agentes armados entraron como una ola.—Hemos recibido una llamada denunciando un asesinato —informó un agente, irrumpiendo en el salón con autoridad mientras otros oficiales revisaban cada rincón.Todos se volvieron hacia Maite cuando ella dio un paso al frente, con el rostro empapado en lágrimas.—Sí. Es esta mujer —dijo, señalando con el dedo tembloroso a Helena—. Cometió varios crímenes. El primero… fue asesinar a mi hermana gemela, Marina Lombardi.Helena soltó una risa sorda, como si lo que oía fuera una mala comedia.Maite alzó el teléfono con la pantalla encendida.—Aquí tengo el video que muestra claramente cómo la torturó hasta matarla. Sin piedad. Y el segundo crimen fue implantar explosivos en esta misma residencia, poniendo en riesgo decenas de vidas.Celine entrecerró los ojos con una expresión de incomodidad, apretando los labios con fuerza. Estaba de acuerdo con que Maite denunciara la muerte de Marin
Narrador omnisciente.Los mercenarios de Alexandros que habían estado esperando su señal para atacar, irrumpieron desde todos los rincones y rodearon a los hombres del viejo padre de Helena.El rostro del patriarca de los Nikolaus se desencajó y el sudor le corrió por la frente.—¿Pensaron que me arrinconarían así de fácil? —espetó Alexandros con gesto burlón —. Si he llevado al clan Kouros a ser el número uno, sobreviviendo a traiciones, ataques y guerras con otros clanes, ¿creen que un secuestro tan mal planeado y dos bombas mal puestas me iban a doblegar? ¡Par de idiotas!En medio del caos, Maite permanecía paralizada. Pues las imágenes atroces que había visto en ese video que le mostró Helena aún ardían en su mente. Y como impulsada por una fuerza desconocida, arrancó de la mano de Helena el celular. —¿Qué haces, estúpida? — gritó Helena, al ver cómo con su propio teléfono Maite estaba marcando un número. —Voy a denunciarte, ¡asesina! —gritó Maite con la respiración agitada, y
Narrador omnisciente.Un silencio glacial cayó sobre todos cuando se dieron cuenta de que el viejo no estaba mintiendo y el miedo los atravesó como cuchillas. Maite apretó a sus hijos contra su pecho, temblando. Celine y Ariadna se aferraron una a la otra, pálidas. Damián no podía moverse, clavado al suelo, mirando con impotencia a su hija y a sus nietos.Alexandros por su parte, sabía que algo así podía pasar. Ya que, Helena y su padre eran tan dementes como despiadados, y naturalmente no habrían venido a su territorio sin un as bajo la manga.Con una frialdad fingida, ocultando el terror que le hervía bajo la piel, Alexandros desvió la mirada hacia Nikos. Le bastó un pequeño gesto, imperceptible para cualquiera, para indicarle que encontrara los explosivos y los desactivara.No podía fiarse de que fuera un simple farol. No cuando toda su familia estaba en juego. Solo imaginar a Gianna o a Gael entre escombros lo hizo contener la respiración.Nikos captó el mensaje sin decir una p
Último capítulo