Cap. 160. Final: Solo tu piel sabe mi nombre.
Alexandros tomó un poco más de chocolate con los dedos y lo deslizó lentamente por el centro del escote de Maite, dibujando una línea cálida y dulce que le hizo arquear la espalda.
La textura, tibia y pegajosa, contrastaba deliciosamente con su piel sensible.
Maite soltó un leve jadeo, entrecerrando los ojos.
—Alexandros… —susurró, sintiendo que su cuerpo entero respondía solo a su contacto, a su voz grave, y a su mirada encendida.
—¿Dime, esposa mía? —preguntó, acercándose aún más a ella, lamiendo con lentitud el chocolate que acababa de esparcir sobre su piel.
Maite tembló bajo su lengua, hundiendo los dedos en su cabello.
—No juegues conmigo… —murmuró, con un hilo de voz—. Me derrites…
—Esa es la idea —ronroneó él, y volvió a besarla, esta vez con más hambre, más necesidad.
La empujó con suavidad hacia los cojines mullidos de la cama cubierta de pétalos. Su cuerpo la cubría, pero no con peso.
La miraba como si fuera sagrada, y cada beso era un acto de adoración.
Se detuvo en su