Cap.153. El infierno de verlos felices sin mí.
Esa misma mañana, disfrazado bajo un gorro oscuro, lentes de sol y una gorra de béisbol, Alexandros se escabulló entre padres y docentes en el colegio, con Nikos caminando a su lado como si fuera un tío despistado.
Aunque no habían planeado su ingreso, tomaron varias fichas falsas en la base de datos de visitantes y usaron un pase robado.
Desde la distancia, observaron cómo Gianna y Gael salían corriendo al patio, emocionados por la actividad escolar del día: una especie de feria temática con juegos y talentos.
Ambos corrían disfrazados de pequeños exploradores, riendo con sus gorritos y mochilas coloridas.
Y entonces vio Javier allí, esperándolos con los brazos abiertos.
—¡Tío Javier! —gritaron los dos al mismo tiempo, lanzándose a sus brazos con una alegría desbordante.
Lo abrazaban, lo besaban, reían… y Alexandros sintió que se le congelaba el alma.
El corazón le dio un vuelco seco, doloroso. Había tenido la estúpida esperanza de que los niños lo ignoraran, que no lo reconocieran.