Cap. 149. El último regalo de Alexandros.
Narrador omnisciente.
Mientras la doctora deslizaba el transductor sobre el vientre de Maite con precisión, la habitación permanecía en un silencio cargado.
Maite mantenía la vista fija en los rostros de su padre y de Celine. Ambos parecían al borde del asiento, conteniendo la respiración con la ansiedad palpitante de quien espera un milagro… o una tragedia.
Era la primera vez, desde que había cruzado la frontera entre la adolescencia y la adultez, que alguien la acompañaba en una consulta médica. Y ese simple hecho le encogía el corazón.
La doctora no dijo nada al principio. Frunció un poco el ceño mientras movía el transductor, como si buscara algo. El gel frío sobre la piel no era nada comparado con el frío en el pecho de Maite.
Celine apretó los dedos entrelazados, y Damian dejó escapar un suspiro entrecortado.
Entonces la doctora sonrió.
—Felicidades, señora —anunció con una calidez que rompió el hielo—. Está usted embarazada. Y según la sonografía… tiene seis semanas de gestació