CAPITULO 34 – La Furia Desatada
La puerta de la cabaña de Arasy se cerró detrás de Kerana con un golpe seco que resonó entre los árboles. Caminaba sin rumbo fijo, arrastrada por una mezcla densa de rabia y un dolor antiguo que ahora tenía forma, rostro y nombre. Cada paso parecía nacer de un latido acelerado que le mordía el pecho. La imagen de Camilo Ardeon se repetía en su mente, como un estigma que quemaba todo lo demás.
El aire frío no lograba calmarla; al contrario, encendía aún más el incendio interno. La revelación había desatado una grieta profunda, una que ella no sabía que estaba tan cerca de romperse.
Se detuvo, apretó las manos hasta que los nudillos palidecieron y el temblor la recorrió por completo.
Ese odio no era nuevo. Solo había permanecido dormido.
Kerana alzó la vista. Varias familias caminaban hacia el centro de la comunidad, aún comentando los eventos de la noche anterior. Las miradas, antes cálidas y curiosas, ahora mostraban un brillo de cautela y miedo. Eso fu