CAPÍTULO 35 – Hacia el control
Kerana llevaba días sumergida en un silencio profundo, uno que no pertenecía a la calma sino al miedo. La pequeña cabaña se había vuelto su refugio y, al mismo tiempo, su prisión. Desde la ventana apenas dejaba entrar la luz, como si temiera que incluso el sol pudiera despertar algo en su interior. No había comido bien, no había dormido suficiente y evitaba cualquier pensamiento que la conectara con la comunidad. Cada vez que cerraba los ojos, revivía el momento en que había perdido el control. Veía las garras, sentía el impulso, escuchaba los gritos. Y todo eso le confirmaba que no merecía estar entre los Rukawe.
Tao había ido ya dos veces a buscarla sin obtener respuesta. Pero esa mañana no estaba dispuesto a marcharse sin verla. Se plantó frente a la puerta, respiró hondo y golpeó con firmeza.
— Kerana, soy yo.
Silencio.
Volvió a intentarlo, esta vez con un tono que mezclaba paciencia y preocupación.
— Ábreme. No me iré hasta que lo hagas.
Del otro la