Un destino distinto
Isa Belmonte
Estoy flotando en nubes de algodón, mi cuerpo es acariciado con delicadeza, los besos se esparcen por mi cuerpo y sonrío por las cosquillas que me provoca el aliento de Mario sobre mi vientre, abro los ojos y sonrío cuando lo veo jugueteando con sus dedos sobre mi vientre bajo, acaricio su cabello y me dejo ir en las sensaciones que provoca cuando se abre paso entre mis piernas y me complace con la lengua.
–Podría acostumbrarme a esto – susurro cuando empieza a subir repartiendo besos por mi torso.
–Más vale que lo hagas, porque pienso hacer esto siempre que pueda – dice en mi oído empezando a frotarse contra mi piel desnuda.
–Estaré disponible siempre que lo pidas – afirmo rodeándolo con brazos y piernas para pegarlo más a mí, pero el momento se ve arruinado cuando tocan la puerta.
–Señor, tiene una llamada desde japón – anuncian afuera, Mario gruñe y yo me niego a soltarlo.
–Pásala a mi teléfono – dice jugando con mis pechos.
–Enseguida señor – al instante el teléfono de mi ahora esposo timbra, se estira sobre mí para alcanzarlo y contestar la llamada.
Empieza a hablar en japones, lo que me deja estática ya que no sabia que hablaba ese idioma, hay muchas cosas que no sé de él. Su semblante se pone serio y lo suelto para que se acomode en la cama, queda justo a mi lado mirando el techo mientras habla, la corbata se ha mantenido en su cuello desde anoche y jugueteo con ella, me hace señas para que suba sobre él y lo hago sin chistar.
Me acomodo sobre su pelvis y reparto besos sobre su pecho en lo que él sigue hablando, acaricia mi cabello y su miembro intenta introducirse en mí, me acomodo dándole acceso y me balanceo con suavidad, veo como se tensa mientras se mantiene en silencio escuchando lo que le dicen, tomo el extremo de la corbata y la jalo hacía mí, lo que lo obliga a sentarse, mis piernas las estiro hacia la cabecera de cama y me aferro a sus hombros para moverme con mayor libertad, Mario dice algo más aunque no identifico qué, cuelga el teléfono y lo deja de lado tomándome de las caderas para moverme a su ritmo, me dejo caer un poco hacia atrás, soportando mi peso con un brazo apoyado en la cama y el otro aferrado a la corbata de mi hombre.
Nuestros movimientos se sincronizan a la perfección, el sudor me recorre la espalda, una ola de corriente me atraviesa desde la pelvis hasta el cerebro, me muevo más rápido y consigo que terminemos al mismo tiempo, quedo rendida y me dejo caer sobre la cama, Mario viene a mí y deposita besos sobre mis mejillas, me hace reír.
–Con tanta práctica, espero que ya haya al menos cinco niños aquí dentro – dice tocando mi vientre, una carcajada abandona mi cuerpo al instante que habla.
–Estás loco – le digo acomodando el cabello que le cae en la frente.
–Soy un hombre con mucho dinero, necesito muchos herederos – dice mientras se levanta de la cama – ahora, vamos a bañarnos que tenemos que tomar un avión – manotea uno de mis pechos antes de correr al baño sin decir más.
Creí que solo iríamos a Florencia por la luna de miel, no entiendo para que necesitamos tomar un avión.
–¿Por qué iremos a Florencia en avión? – pregunto cuando ingreso al baño donde él ya está debajo del agua.
–No iremos a Florencia mio caro, iremos a japón – informa abriéndome espacio bajo la lluvia artificial.
–¿Por qué japón? – indago.
–Tengo un asunto que atender allá, aprovecharé para llevarte a Tokio – dice dándome una sonrisa encantadora.
–Estás actuando como un esposo enamorado – lo molesto.
–Soy un esposo enamorado – admite abrazándome bajo el agua – creí que anoche quedó claro – enjabona mi cabello mientras yo me mantengo con los ojos cerrados.
–¿Hablabas en serio? – pregunto atónita.
–No soy un hombre mentiroso, creí que ya habíamos establecido ese punto – dice masajeando mi cuero cabelludo.
–Lo sé, solo… pensé que la única con sentimientos involucrados era yo – admito, ya puedo abrir los ojos y él me mira incrédulo.
–Oye, eres muy buena en la cama, pero no fui al altar contigo solo por eso.
–¿Cómo dices amar a alguien que ni siquiera conoces?
–Te conozco, te conocí antes del bosque – declara dejándome congelada – te vi por primera vez en el edificio de tu ex esposo, me cautivo la intensidad de tu mirada y obviamente lo redondo y esponjoso de tu trasero – lo último me hace reír fuerte.
–Estás demente – le digo rodeando su cuello con los brazos, pasamos un momento más debajo del agua limpiando nuestros cuerpos antes de salir, cuando vuelvo a la habitación, la cama está tendida y las maletas hechas.
Me visto pronto, me arreglo y Tanya llega a estilizar mi cabello, Mario sale del armario con un traje a la medida, ordena que suban las maletas al auto y yo me tomo el jugo que me subieron, muero de hambre.
Cuando estoy lista subimos al auto que nos lleva al hangar que resguarda el avión privado de Mario, el vuelo dura alrededor de 15 horas o más, por lo tanto, me pongo cómoda en mi sitio, pido mi comida y coloco una película mientras Mario se pone a trabajar desde la computadora portátil. Al cabo de unas horas el sueño me invade y busco la habitación para dormir más cómoda. No sé cuanto tiempo duermo, pero cuando despierto tengo a mi esposo sobre mí besándome por todas partes, sonrío y acaricio su cabello.
–Aterrizaremos en unos minutos, será mejor que te pongas el cinturón de seguridad.
–Estoy bien aquí – protesto cerrando los ojos de nuevo, últimamente me siento más cansada de lo normal.
–No lo estarás cuando el avión se incline cuarenta y cinco grados hacía abajo.
–Lo sé, llévame – pido haciendo un puchero, mi pedido es receptado, Mario me lleva como a una princesa hacía los asientos y me coloca el cinturón, se sienta junto a mí y ajusta su propio cinturón.
El avión inicia el descenso y por la ventana veo los puntos de colores que son la ciudad desde la altura, en pocos minutos aterrizamos, al salir del avión la briza helada me golpea de frente, estamos en japón…