Capítulo sesenta y uno. El pasado no tiene que interrumpirnos si no lo dejamos entrar.
La mañana comenzó con risas y olor a waffles. Nicole cocinaba con Millie subida a un banco, mientras Kyan revolvía el café, observando a las dos mujeres de su vida como si no pudiera creerse del todo que ese fuera su mundo ahora.
—¡Papá! ¡Quiero waffles en forma de corazón! —gritó Millie, con harina en la nariz.
—Eso suena como un desafío de arquitectura —respondió él, fingiendo preocupación—. Pero me gustan los retos.
La cocina se llenó de música, de azúcar, de ese tipo de calma que solo existe cuando el pasado deja de doler tanto.
Después del desayuno, Nicole abrió el calendario compartido que habían creado la noche anterior. Lo tenían claro: una boda íntima, sin lujos, sin prensa, sin compromisos sociales. Solo quienes habían estado cuando todo parecía quebrarse.
—Daniel dice que puede ayudarnos con el papeleo y las licencias, y Amanda va a hablar con una florista amiga suya —dijo Nicole, hojeand