Capítulo sesenta. Un futuro por fin.
La ciudad los recibió con un cielo gris y tráfico lento. Desde la ventana del auto, Millie miraba los edificios altos como si fueran montañas lejanas. Había dormido casi todo el camino de regreso, y aún tenía marcas de la siesta en las mejillas. Nicole, sentada junto a ella, le acariciaba el cabello con suavidad.
Kyan, al volante, observaba el semáforo en rojo con una expresión difícil de descifrar.
—¿Estás bien? —preguntó Nicole, rompiendo el silencio.
Él asintió sin hablar, pero luego suspiró.
—Sí. Solo que… no es fácil volver al ruido después de haber encontrado tanta paz.
Nicole lo entendía. El viaje no solo había sido un escape. Había sido un punto de inflexión. Ahora, regresar significaba enfrentar la vida real. No desde la herida, sino desde el deseo de construir algo nuevo. Y eso también podía dar miedo.
Millie interrumpió sus pensamientos:
—¿Podemos tener una boda con globos? —preguntó, medio dormida todavía—. Y con cupcakes. Muchos.
Nicol