Capítulo cuarenta y cinco. A punto de explotar.
El amanecer se filtró a través de los ventanales del penthouse como un cuchillo de luz. Kyan despertó con una opresión en el pecho, como si los documentos que había leído la noche anterior se hubieran colado en sus sueños para atormentarlo. Nicole no estaba a su lado. Se incorporó de inmediato, los pensamientos aún borrosos, pero una inquietud aguda le oprimía la nuca.
La encontró en la cocina, sirviendo café con los ojos clavados en la pantalla de su teléfono. Cuando lo vio, intentó sonreír, pero había algo en su expresión, algo tenso, que no pasó desapercibido.
—Buenos días —dijo él, acercándose.
—Buenos días —respondió ella, dándole la taza sin mirarlo directamente.
Kyan bebió un sorbo. Luego, dejó la taza sobre la encimera, cruzando los brazos.
—¿Hiciste algo anoche que no me estás diciendo?
Nicole levantó la vista, sorprendida. Su primera reacción fue negarlo, pero la mirada de Kyan era demasiado aguda, demasiado acostumbrada a dise