Capítulo veinticinco. El primer beso.
Nicole observaba a Millie desde la puerta entreabierta de su habitación. Dormía profundamente, abrazada a su oso de peluche, con una pequeña sonrisa dibujada en el rostro. Era increíble cómo, a pesar de los cambios, su hija se adaptaba con una entereza que a ella misma le costaba mantener.
Cerró la puerta con suavidad y regresó al salón. La noche era silenciosa en el departamento de Kyan. La ciudad se oía a lo lejos como un eco lejano, mientras las luces del rascacielos proyectaban sombras sobre las paredes.
Kyan estaba sentado en el sofá, con una copa de vino en la mano y la mirada perdida en la ventana. La luz tenue bañaba su rostro, dándole un aire más vulnerable que el del CEO dominante que todos conocían.
—¿No puedes dormir? —preguntó Nicole en voz baja.
Kyan giró apenas la cabeza hacia ella y negó con suavidad.
—Me cuesta —admitió—. Es difícil apagar la mente últimamente.
Nicole dudó un momento, pero luego se acercó y se sentó al otro extrem