Quise que Alessandro se quedara en casa reposando, pero es un hombre testarudo. Así que ahora vamos juntos camino al apartamento que comparto con Brenda. No tengo idea de qué cara pondrá cuando me vea llegar con él. Quizás lo mejor sea que no sepa nada todavía.
—Alessandro, antes de entrar, mucho cuidado con lo que dices —le advierto.
Él no dice una palabra, solo camina hacia el ascensor. Entramos juntos. El silencio entre nosotros es denso.
Al abrir la puerta del apartamento, Brenda se sobresalta. Al principio parece asustada, pero al verme corre hacia mí y me envuelve en un abrazo desesperado.
—¿Estás bien? —le pregunto, notando los moretones en su rostro.
—¡Esa loca me golpeó! Estuvo a punto de matarme...
—¿Tienen cámaras en la casa? —interviene Alessandro.
Brenda, que parecía en trance, dirige su mirada hacia él. Pero no es cualquier mirada. Es una de esas que una mujer le lanza a un hombre que le atrae. Y, por alguna razón, eso me molestó. Sentí celos.
—¿Y tú quién eres?
—Alessan