Pasaron tres semanas y ya me encontraba mucho mejor, pero la comunicación con Alessandro disminuyó desde ese día que salí del hospital y le confesé quién era el hombre que manejaba el vehículo. Él prometió no hacer nada y ha cumplido su palabra, aunque llevo días sin saber de mi padre, prácticamente desde que salí del hospital, y prefiero no tener comunicación en este momento con él.
Escucho que la puerta se abre. Son la 1:00 a. m. y Alessandro apenas está llegando. Cuando entra en mi campo de visión, parece que está bastante tomado, ya que camina tambaleándose.
—Alessandro —este se gira y, al verme, me sonríe caminando hacia mí. Luego toma mi cintura para juntar nuestros labios.
—Estás preciosa —este hombre lograba que se me saliera el aliento con solo verle los ojos—. ¿Qué haces a esta hora despierta?
—Estaba preocupada por ti. Llevas días llegando a esta hora y, por lo general, llegas de esta forma —hablo señalando su cuerpo—: borracho.
Alessandro toma aire y camina hasta el bar pa