VALERIA RIZZO
Sentir los brazos de Alessandro rodear mi cuerpo adolorido me daba cierto confort y tranquilidad, a pesar de todas las situaciones horribles que me hizo pasar. Lo que ocurrió con mi padre me afectó mucho: saber que en serio fue capaz de venderse, de exponernos y de ser el responsable de la muerte de la esposa de Alessandro... Puede que Alessandro no sea una santa paloma, pero estoy segura de que amaba mucho a su esposa.
—Siento mucho lo que mi padre hizo —hablo entre sollozos—. ¿Todavía la amas?
Alessandro se queda quieto, como si no entendiera.
—¿A qué te refieres?
—¿Todavía amas a tu mujer?
Él suelta un largo suspiro.
—Angélica era el alma que respiro. Cuando supe lo de su muerte, sentí que me habían enterrado vivo. Sentí que se había apagado todo a mi alrededor y, a partir de eso, el sol no volvió a salir para mí. Joder, sí la amaba. No te lo negaré, aún la pienso... Pienso en lo que pudo pasar si hubiera estado en ese momento. Pero no puedo hacer nada, porque no pued