ALESSANDRO RIZZO
Tenía a mi lado a mi mujer completamente desnuda, durmiendo plácidamente. La noche había sido perfecta y culminó de la mejor forma.
Traté de que se sintiera cómoda en la cena, ya que pude notar que le afectó lo de los hijos, pero ella tenía que entender que si quería ser la reina de la mafia, esa idea tenía que irla descartando. De por sí, tener una mujer ya es un peligro... un hijo sería peor.
Mi teléfono suena y veo que es Lucas. Con cuidado salgo de la habitación y contesto:
—¿Qué son estas horas de llamar? —eran como las 2 a. m.
—Tienes que venir a la central ahora mismo.
—¿A esta hora?
—Es urgente.
—¿Muy urgente?
—Muy urgente.
—¿Ya qué pasó, Lucas? —Que no sea nada grave...
—Solo ven.
De mala gana me coloco la ropa y salgo de la casa con cero intenciones de hacerlo, pero si Lucas me estaba solicitando con urgencia, era por algo.
Llego a la central, el lugar de operaciones. Lucas me recibe con mala cara, lo que quiere decir que hay malas noticias.
—¿Qué pasó? —Est