Bianca
El peso del poder no se mide solo por lo que uno tiene, sino por lo que uno debe sacrificar para mantenerlo. Yo lo sabía, pero hoy me estaba enfrentando a algo que nunca había anticipado. Mientras caminaba hacia mi despacho, los murmullos de los hombres que ocupaban las sillas de poder en la familia Moretti llegaban a mis oídos, y no había en ellos respeto. Solo dudas disfrazadas de formalidad.
"Una mujer no puede liderar esto. Es una locura", había escuchado en varias ocasiones, pero esas voces nunca me habían alcanzado tan cerca como ahora.
En mi primer día oficial como líder, había algo que me decía que no sería fácil. El aire estaba cargado de tensión, una mezcla de expectativas y desprecio. Pero nadie en esa sala comprendía lo que significaba ser una Moretti.
Me senté en la silla que pertenecía a mi padre, el gran patriarca, y lo primero que hice fue mirar a los ojos de cada hombre presente. Ellos querían ver mi debilidad, y yo no les daría ese placer.
"No estoy aquí para jugar a las muñecas, ni a ser una figura decorativa", comencé, mi voz firme, controlada. "Estoy aquí porque mi familia me necesita. Y si alguien tiene dudas sobre mi capacidad para liderar, que lo diga ahora".
El silencio se hizo denso, pero nadie se atrevió a interrumpirme. Lo que escuchaba en sus mentes era evidente: ¿una mujer tomando las riendas de la mafia? Los hombres de la familia no lo veían posible. Pero esa era la prueba que debía superar.
Uno de los hombres más viejos, el que siempre había sido cercano a mi padre, tomó la palabra. "Bianca, la familia Moretti no es solo negocio. Es lealtad, sangre. ¿Qué sabes tú de esa lealtad?"
"Lo suficiente", respondí con un desafío en mi tono. "Lo suficiente para saber que esta familia necesita liderazgo. No importa si ese liderazgo viene de un hombre o de una mujer. Lo que importa es que la familia sobreviva".
Mis palabras flotaron en el aire, pero no era suficiente. Había más en juego, más que solo palabras. Los murmullos de desconfianza seguían, flotando como una sombra sobre el salón. Pero sabía que debía ganar algo más que respeto: debía ganar su miedo. La mafia no se mantenía por cortesía, sino por el poder y la capacidad de hacer que la gente se inclinara ante ti, aunque fuera en silencio.
El siguiente paso era claro. Un enemigo estaba cerca, y no se trataba solo de los hombres en esa sala. El peligro no siempre venía de afuera. Podía venir de donde menos lo esperas.
Horas más tarde, mientras revisaba documentos de la organización, un ruido rompió la tranquilidad de la sala. Mi guardia personal, Luca, apareció en la puerta. Su presencia siempre era reconfortante, una sombra silenciosa que nunca dejaba de protegerme, incluso cuando yo misma no pedía protección.
"Todo bajo control, señorita", dijo con su tono serio, pero pude notar la tensión en su voz. Algo había cambiado, algo que él no podía ocultar.
"¿Qué sucede?", le pregunté, sin levantar la vista de los papeles. Pero lo sabía, el ambiente estaba cargado de algo más que simple rutina.
"Un posible ataque. La información es vaga, pero creemos que alguien dentro de la familia está involucrado", respondió.
Mis dedos se detuvieron sobre el papel. El golpe de realidad fue inmediato. ¿Traición? ¿Dentro de nuestras propias filas? Algo no cuadraba.
"¿Y quién más lo sabe?" le pregunté, sin dejar de mirar los documentos, aunque mi mente ya estaba lejos de ellos.
"Solo yo, por ahora", contestó Luca. "Lo mantuve en silencio, pero creo que es hora de que lo sepas".
Su mirada nunca se desvió de la mía, como siempre. En su mirada había algo que no podía leer. Y eso me perturbaba. Luca siempre había sido mi sombra, el hombre al que había confiado mi vida. Pero había algo en su actitud que ahora me hacía dudar. Algo que no me gustaba.
"Entonces, ¿por qué no has hecho nada?", pregunté, desafiándolo sin quererlo. La verdad es que esa pregunta se formó sin pensarlo, pero una vez dicha, la duda comenzó a crecer.
"Lo haré", respondió con frialdad, pero había una capa oculta de algo más en su voz. Algo que me hizo pensar que lo que estaba ocurriendo no era solo una cuestión de protegerme. Había algo más en juego.
Aquel día no terminó con respuestas claras, pero sí con la creciente sensación de que el lugar que había tomado como mío no lo era del todo. Y Luca, mi más cercano aliado, el hombre que siempre había estado ahí para protegerme, comenzaba a ser una pieza clave en un rompecabezas que aún no entendía. ¿Podía confiar en él completamente?
El ataque que temíamos nunca llegó esa noche. Pero en mi interior, ya comenzaba a sentir una amenaza mucho más grande que cualquier enemigo visible. La traición ya había comenzado a sembrarse, no solo en las filas de la mafia, sino también en mi mente.
Mientras me retiraba a mis habitaciones esa noche, una sombra se deslizó a mi lado. Luca. Su mirada se cruzó con la mía por un segundo antes de que se apartara, y la tensión entre nosotros se volvió palpable. Un silencio pesado que no podía ser ignorado.
Pero no dije nada. No podía. La línea entre el deber y el deseo se estaba desdibujando de una forma que nunca había anticipado. Y por primera vez en mucho tiempo, me sentí vulnerable. Pero no en la forma en que había estado acostumbrada.
Mi lugar en la mafia estaba asegurado, pero había algo más que estaba a punto de explotar. Y eso era algo que ni yo, ni Luca, podíamos prever.