Dentro del cementerio, todos los hombres de la organización que no se encuentran en servicio y que no son cercanos al difunto, están allí, formando un semicírculo frente a la tumba abierta, mientras el sacerdote empieza el oficio, algo breve, puesto que el cura no quiere arriesgarse a enfadar a la familia Mancini.
Algunos jefes de la Ndrangheta se encuentran liderando el semicírculo unos metros más cerca del féretro.
Salvatore observa con desprecio a don Prieto Lo Sparto, que por algún motivo ha decidido hacer acto de presencia en el entierro de su cuñado Enzo DeSantis y eso, a sus ojos, lo convierte en un sospechoso.
Salvatore se fija en su hermana, con la que hasta ahora no ha podido hablar. Ella está de pie unos metros más atrás, orgullosa. Vestida de negro con una mantilla y la cara en alto, por donde se deslizan unas silenciosas lágrimas, es flanqueada por las ancianas y jóvenes del pueblo que rezan y mantienen la vista baja, sin mirarlos. Él desea ac