Ágata, la madre de Isabella, no ha dejado de mirarla, odia a Caterina con todas sus fuerzas y ahora mucho más al verla. Esa mujer tendrá que pagar por todo lo que ha sufrido su hija.
La madre de Rocco lleva aproximadamente cinco minutos hablando sobre el respeto de las tradiciones y sobre lo que las mujeres que no han crecido en Italia desconocen y no respetan.
Caterina se ha quitado la mantilla y, a pesar del aire acondicionado, tiene calor con la ropa negra. El auto sale del pueblo y se dirige a lo alto del promontorio, al acantilado donde se encuentra la villa de Rocco. El primer auto del convoy, empieza a girar y a deslizarse como si estuviese patinando en medio de mantequilla.
— ¿Qué sucede, muchacho? — Su auto y el de atrás se detienen.
Los hombres hablan entre ellos y por radio, dan reversa y se meten por un camino un poco más estrecho, lleno de altos árboles que bordean la playa y luego suben hacia el acantilado.
— Parece que un camió