Capítulo quince: Ardiendo en fiebre II

No obtiene respuesta y, al observarla, comprueba que Caterina se ha quedado dormida. La mira durante algunos minutos con el ceño fruncido, respira con más calma. No la despierta. Solo la observa desde la sombra, como un guardián antiguo.

Enseguida vuelve al lugar en el que ha estado recostado toda la noche, cierra sus ojos agotados y se queda dormido.

Caterina abre los ojos y respira el aire del mar, observa con curiosidad los tímidos rayos de sol que se filtran a través de las contraventanas de madera oscura, recreando líneas doradas sobre el suelo de piedra.

Ella no sabe qué hora es, tiene mucha sed y hambre; se mueve en la cama y apoya la cabeza contra la almohada, con la vista fija en la piedra blanqueada, la brisa que entra por el gran ventanal abierto, llevando el olor del mar y de limoneros mojados la refrescan, ella toma una respiración profunda y traga con fuerza, todavía hace mal y se siente débil.

Rocco se encuentra de pie junto a la ventana, en silencio. No se mueve, p
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