Un ruido en el interior de la habitación llama su atención; el médico está guardando sus implementos y escribiendo sobre un papel blanco.
El rostro del médico es neutro, pero hay algo en su expresión que lo pone de inmediato en alerta.
— Su cuerpo está peleando, esperemos que la fiebre descienda y que no se complique. —El médico le entrega una receta y baja la mirada. El señor Mancini siempre lo ha puesto nervioso. — Lo que hubiese podido ser un leve resfriado se ha complicado. Siga las instrucciones y vigílenla esta noche. Vendré a revisarla en la mañana.
Rocco se sienta sobre la cama, en silencio, mira su rostro que ahora parece más tranquilo. Le acaricia el cabello con torpeza. Su teléfono suena y lee el mensaje de Salvatore.
No quiere dejarla sola, pero tampoco desea que cualquier persona se acerque a Caterina. Al final, sale de la habitación y se dirige a la biblioteca, un lugar íntimo y en semipenumbra; huele a cuero, pergamino y café tostado. Las estanterías, construidas a medi