Caterina centra su mirada en las cortinas de gasa de lino blanco roto, que bailan con el ritmo de la brisa y observa el mar azul y hermoso. Se concentra en el suave sonido de las olas y el límpido cielo azul que la saluda con los pequeños rayos del sol.
Ya se les ha hecho costumbre establecer conversaciones profundas en situaciones extrañas y a tempranas horas del día. Ella vuelve la cabeza y separa de su mejilla un mechón de cabello rebelde. Rocco, solo la observa, cerrando sus manos en puños, evitando las inmensas ganas que tiene de tocarla y ser él quien retire su cabello. Esperando.
— No te debo nada — dice ella con una voz neutra, no ha sonado suave, pero tampoco dura, solo ha sido ella.
— Lo sé — él le responde sin titubear, sosteniéndole la mirada.
— Pero tampoco soy estúpida.
— Eso también lo sé.
Contin