— Háblame de los norteamericanos. — Rocco toma de la mano a Caterina y se sienta en un sofá lateral. Ella se sienta junto a él que continúa sin mirarla, con la mandíbula tensa y los ojos fijos en la pista, o tal vez en la nada.
— Por supuesto, los norteamericanos. No ha sido mi familia quien los ha enviado. — Nino dobla sus piernas y extiende sus brazos sobre el espaldar.
Observa a Caterina por lo bajo, es muy bella, intrigante y magnética. De alguna manera comprende a don Rocco. Él también podría perder con facilidad la cabeza por esa mujer.
— La guerra entre mi padre y tú no me interesa. Mi hermana tenía que ser capaz de conservarte a su lado. Si hubiesen seguido con el compromiso, tarde o temprano la dejarías. — Rocco toma un trago de su whisky y se vuelve a mirar a Caterina, quien tiene los ojos fijos en Nino.
Está segura de q