Todos los Caligiuri se levantan de golpe, a excepción de don Antonio, que continúa sentado, lleno de confianza. Observa con rapidez la venda en la mano izquierda de Rocco y sonríe.
— ¿Ahora hablas por tu patrón, Salvatore? — Antonio extiende sus brazos sobre el respaldar del sofá. — Es verdad que don Rocco ha olvidado los códigos de honor que rigen la ‘Ndrangheta, no es extraño que ahora se olvide de saludar o ¿vienes a brindar con nosotros, Rocco? En ese caso, te perdono el desaire.
Antonio levanta su vaso, brinda de manera silenciosa y luego lleva la copa a sus labios. Los hombres de Caligiuri empiezan a ponerse nerviosos, han escuchado hablar de Rocco Mancini y a ninguno de ellos les gustaría enfrentarse a él de manera directa, sin un plan organizado.
Rocco da un paso hacia la mesa y todos los hombres de Caligiuri levantan sus armas, Salvatore y sus hombres hacen lo mismo y Rocco, sin cambiar su actitud, toma una silla, se sienta sobre ella,