Capítulo Diez: Autos blindados II

Sin perder tiempo y utilizando el máximo de su concentración, aparta la toalla de la parte delantera del cuerpo de Caterina, olvida la parte superior de la ropa interior, levanta sus piernas y le pone las bragas, enseguida con algo de dificultad, pasa el vestido por debajo de su espalda y cada uno de sus brazos y empieza a abotonarlo.

— Mami, no me dejes. — Detiene sus movimientos al escuchar las palabras susurradas por Caterina — Te extraño, me siento tan sola.

Ella se mueve intentando alejarse el cabello de la cara. Rocco, sintiendo algo extraño y casi desconocido para él, una especie de ternura y de sentido de protección, retira con delicadeza los mechones de cabello de su cara y ella suspira.

Las manos de Rocco tiemblan ligeramente mientras termina de abrochar el vestido. Su teléfono vuelve a sonar y fastidiado por no comprender lo que está sucediendo y sintiendo en su interior, calza a la chica con rapidez y abrocha sus sandalias.

— Estoy saliendo, la chica está enferma — Es todo
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