La manada estaba mucho más cerca de lo que me había imaginado. No sólo físicamente, sino en cada pequeño gesto, en cada mirada esquiva, en cada palabra no dicha. Todos parecían ser una familia, unida por la necesidad de sobrevivir. Y yo... yo era la intrusa, la humana que había irrumpido en su mundo sin previo aviso, como una tormenta que llega sin previo aviso.
¿Y Kael? ¿Qué decir de él? La atracción que sentía por él se había transformado en algo mucho más complicado, como un fuego que se encendía con cada uno de sus gestos. Tenía algo que me desarmaba, algo en su mirada oscura, algo en la forma en que caminaba, dominante y seguro, pero que me hacía querer dejarme llevar, entregarme sin pensarlo. Solo que no podía. No podía permitirme ser vulnerable. No podía darme el lujo de que me arrastrara como una corriente.
Hoy había sido uno de esos días extraños, en los que la manada parecía más un campo de batalla que un refugio. La incertidumbre en el aire era palpable, como si todos estuv