La oscuridad siempre ha sido mi aliada. En ella me convertí en lo que soy, en ella aprendí a sobrevivir. Esta noche, sin embargo, la oscuridad parece diferente. Más densa. Más amenazante. Como si incluso las sombras supieran que algo definitivo está a punto de ocurrir.
Reviso por tercera vez el cargador de mi Glock mientras Mateo despliega el mapa sobre la mesa. Isabella permanece sentada en el sofá, con los ojos fijos en mis movimientos. Puedo sentir su mirada quemándome la piel.
—El perímetro está asegurado —informa Mateo, señalando los puntos rojos en el plano—. Tenemos confirmación de que Rivero estará en la mansión esta noche. Es nuestra oportunidad.
Asiento, calculando tiempos, rutas, posibilidades. La operación es arriesgada, pero necesaria. Después del ataque al refugio, quedó claro que ya no podemos esperar. Ellos nos encontrarán eventualmente, y cuando lo hagan, no mostrarán piedad.
—¿Cuántos hombres? —pregunto, ajustando el chaleco antibalas bajo mi camisa negra.
—Al menos