Capítulo 87

Ruben llegó al colegio a recoger a Isaac. El sol de la tarde caía suavemente sobre el estacionamiento, tiñendo de dorado los autos y las aceras. Al detener el motor y bajarse del auto, lo primero que notó fue la silueta de Elio, parado junto a su propio vehículo. Elio estaba recostado con los brazos cruzados sobre el pecho, la mirada fija hacia la puerta principal del colegio, su porte arrogante y distante inconfundible. Rubén lo miró unos segundos, frunció el ceño y después desvió la vista.

Los niños empezaron a salir del colegio; sus voces llenaban el aire de risas y carreras. Ruben, un poco alejado de la puerta, buscó entre la multitud la cabecita de Isaac. Elio, por su parte, se mantenía cerca de la salida, impasible.

Un momento después, Isaac apareció caminando junto a su hermano menor, de la mano. Los ojos de Rubén se iluminaron al verlos.

—¡Isaac! —llamó Ruben, alzando la mano y sonriendo.

Elio se tensó al ver el gesto. Frunció el ceño, notando cómo el niño soltaba la mano de s
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