La despedida
La mención de su padre y la magnitud de la pelea lograron penetrar la fatiga de Aysel. Aysel suspiró y dijo:
—Está bien, mamá, no te preocupes. Yo llamaré a papá antes de irme a dormir.
—Hija, no... No le digas que te conté, ¿quieres? Quiero que parezca que es tu propia iniciativa.
—Está bien, mamá, no te preocupes. —dijo Aysel, con la promesa de una niña que aún cree que puede arreglar el mundo de los adultos.
Y colgó la llamada.
Clara soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo. La primera parte de su plan de contención estaba en marcha. Ahora, solo tenía que esperar a que Aysel cumpliera su misión.
Mientras tanto, Rubén y Angela se habían sentado en una banca de piedra en la parte más apartada del jardín, donde el olor a jazmín y la luz de la luna creaban una atmósfera de intimidad melancólica.
—Hijo, sé que esto es duro para ti. —Claudia tomó la mano de Rubén, la única muestra de afecto físico que permitía la rigidez de la familia Colmenares—. Y sé cuánto amas a