– El secreto desenterrado
Elio Caruso no volvió a la sala de juntas.
En lugar de eso, caminó como un autómata hasta el ascensor de la presidencia y subió dos pisos más arriba, hasta su propio despacho ejecutivo, un espacio moderno y minimalista que ahora se sentía tan frío y vacío como su propio futuro.
Cerró la puerta de golpe, ignorando a su propia secretaria, que se sobresaltó ante el estruendo. Se apoyó contra la caoba pulida, con la respiración entrecortada y el corazón latiéndole como un tambor de guerra. El miedo, un sentimiento que Elio rara vez permitía aflorar, ahora lo asfixiaba.
Elio sacó su teléfono y buscó el contacto de su madre. La furia y el pánico se mezclaban en un cóctel explosivo. Tenía que hablar con Roxana. Ella era la arquitecta de su vida, y ahora era la única que podía ayudar a reconstruir las ruinas.
Marcó. Una vez.
Llamada fallida. Contestador.
Elio soltó un rugido de frustración y tiró el teléfono al sofá de cuero. Lo recogió de inmediato, el pánico super