Cuando Cameron firmó el contrato matrimonial, las cláusulas eran bastante claras; a cambio del dinero para salvar a su familia de la quiebra tenía que dar a luz al heredero de la familia Ferrer. Pero lo que nadie sabía es que ella es infértil. Diego Ferrer y Cameron tenían mucho en común. Mientras Cameron perdía a su hermana gemela, Diego estaba perdiendo al amor de su vida, y ahora están casados bajo ese estúpido contrato. Ella era luz en una cueva. Él era una cueva sin ningún rayo de luz. Ella puede ser su paraíso. Él puede ser su infierno. ¿Qué pasará el día en que Diego vea a su esposa en ese table dance, moviendo la cintura frente a todos esos hombres que quieren más? Pero no sólo eso, ¿qué pasará el día en que Diego se entere de que su esposa siempre tuvo un hijo y, por supuesto, no era suyo? Quizás Cameron nunca perdió a su hermana gemela.
Leer másSentado en su sofá de cuero, frente a él la mesa central de Cameron con una copa de vino sobre ésta, Diego tenía la vista perdida en la oscuridad de su alma.
Se suponía que aquel iba a ser el día más feliz de su vida, pero ahora estaba allí, sentado en su sofá favorito, esperando a que la muerte se apiadara de él y se lo llevara consigo.
Las mangas de su camisa blanca estaban arriba, las venas de sus manos y cuello se mostraban claramente y su mente estaba llena de recuerdos que no podía dejar pasar.
Ahora estaba casado con una mujer que un día envió sus documentos con uno de sus hombres y declaró que estaba sana para gestar a su bebé. Pero nada podía salirle gratis. Ella le daría el bebé que necesitaba y él le daría el dinero que su familia necesitaba para salvar su nombre.
Ni a aquella mujer, que ahora era su esposa, ni a su abuelo les importaba el dolor que aún albergaba su corazón. Había perdido al amor de su vida y nadie se preocupaba por él.
Cerrando los ojos, Diego reprimió sus sentimientos.
"Te quiero, Elisa". Dijo Diego con una sonrisa en la cara.
"Te quiero, Diego".
El aire acariciaba sus rostros, las olas del mar frente a ellos se calentaban mutuamente y Diego y Elisa se habían prometido un destino juntos.
"Sé mi mujer. Cásate conmigo y te juro que no habrá nada en la vida que no te dé".
"Sé mi marido. Cásate conmigo y te juro que te daré el hijo que siempre hemos querido".
Y entonces, un beso selló esa promesa.
En algún lugar había perdido su felicidad y todo lo que había soñado con otra mujer. Y siendo de esa manera, él aceptaba su realidad.
Sentada en el borde del sillón blanco, mirando a la nada y a la vez, viéndolo todo en ese punto donde su destino se encontraba, un par de lágrimas cayeron. Tan puras como el silencio, aquel silencio que vivía y en el que parecía vivir para siempre porque después de eso, no había nada.
Estaba hecho, a eso que tanto llegó a temerle, a eso que tanto se rehusó estaba hecho porque más que por ser por el bienestar de ella, había sido por el bienestar de su abuelo y de todos sus bienes que tarde o temprano pasarían a ser de ella.
El velo blanco cayendo a los lados mientras su cabello negro se mantenía perfectamente peinado al igual que el maquillaje, perfectamente adherido a la suavidad de su piel joven. Sus pequeñas manos aun sostenían el ramo de flores con el que había entrado al altar.
En sus ojos, el mar de emociones que azotaba dentro de su corazón era reflejado. Había dado el paso más grande y aunque mucha gente suele decir que es el primer paso el más difícil ahora ella se daba cuenta que no era así, no siempre el primer paso era el más difícil de dar sino, todos los pasos que debía de dar hasta llegar al final de sus días.
En su mente, las imágenes de toda una vida pasaban una y otra vez. Si sus padres aun estuvieran vivos como siempre lo prometieron estar para ella, nada de eso estuviera pasando, ella no tendría la necesidad de verse a sí misma como el más grande los fracasos. Una vida con la que soñó, hoy no era más que un espejismo, un maldito espejismo que la hizo feliz mientras duró.
Tenía solo veintitrés años y su vida ya estaba terminada. La verdad es que siempre estuvo terminada desde el momento en que a su puerta tocó esa desagradable noticia que no se convirtió más que en un claro infierno en el que iba a vivir por el resto de su vida.
— ¡¿Qué acabas de decir?! —preguntó Cameron levantándose del sillón, mismo lugar que le había pedido su abuelo que tomara como asiento.
—Cameron, realmente no tengo tiempo para discutir esto. Ya te lo dije y no hay vuelta de página. Este es tu destino quieras o no —contestó el hombre mayor de aproximadamente sesenta años frente a ella.
Con las piernas cruzadas, fumando un cigarrillo frente a ella, Cameron se daba cuenta que lo su abuelo le había dicho no era más que una noticia más. Algo que podría ser tan normal para el señor Federico Milán como pedir la renuncia de sus empleados.
— ¿Cómo puedes pedirme eso, abuelo?
— ¿Entonces qué quieres que diga? ¿Qué está bien si la compañía se va a la banca rota solo porque tú no quieres ayudar un poco y más que ayudarme a mí, ayudarte a ti misma? Al final, todo eso va a ser para ti, Cameron. No sé cuál es el problema.
Las lágrimas salieron de los ojos de Cameron al momento. Conocía a su abuelo, sabía que él era capaz de todo por mantener su posición frente al mundo que lo admiraba pero la verdad es que nunca pensó que llegaría a tanto, hasta el hecho de pedirle renunciar a sus sueños, a su vida y a todo lo que era ella verdaderamente.
—Este no es un cuento de hadas donde el príncipe viene en busca de su princesa, querida hija. Esta es la vida real, lo tomas o lo tomas, así de simple —dijo el hombre levantándose de su lugar.
— ¡No puedo hacerlo, abuelo! ¿Dónde queda mi vida, mis sueños, todo?
—Cásate con Diego Ferrer y no tendrás que preocuparte de tu futuro porque después de eso, no tendrás que mover ni un solo dedo para hacer algo.
— ¡Yo no quiero casarme con una persona que no conozco!
—Lo siento, Cameron, son las reglas de vivir aquí.
— ¿Crees que mis padres estarían bien con lo que me estás haciendo, abuelo?
— ¿Crees que a ellos les importas dondequiera que estén? Te casas en un mes. Los preparativos comienzan mañana. —Dijo el señor Federico importándole poco las lágrimas que salían de los ojos de su nieta. Su única nieta. O al menos eso ella creía.
¿Cómo todo pudo cambiar en un solo momento? Aun su mente parecía divagar entre lo que había pasado y lo que estaba por pasar. Ese había sido el precio de haber nacido en esa familia. Sus emociones en ese día no habían sido más que una montaña rusa. Tan pronto como pensó que podía ser feliz, se dio cuenta que todo eso no era más que una farsa. En su mente la humillación se repetía una y otra vez.
No habían sido ni las diez de la mañana cuando ella ya estaba lista para casarse con aquel ser misterioso que iba a resolver su vida por completo. No solo la de ella sino también la de su familia. Las lágrimas cayeron al saber en unas horas casada con Diego Ferrer, el hombre del que su abuelo no había parado de hablar. El mismo que tenía una misión por cumplir para así, ser él el heredero legítimo de todo lo que tenía su familia. La familia Ferrer. Un hijo era la salida, un hijo que solo Cameron Milán podía darle.
Sin conocerlo hasta ese mismo día en que ellos se casaron, la vida se le pasó a Cameron sintiendo solo la necesidad de morir, morir y de esa manera terminar con todo, con las falsas promesas de sus padres y con los sueños rotos. Al final, su primer amor no llegó a tiempo. Bastián. El hombre que en verdad ella amaba.
Para ese mismo día en que Cameron más deseó morir al mismo tiempo que se veía frente al espejo vestida de blanco, las esperanzas llegaron a ella una vez más recordando solo a una persona, recordando que en su corazón, su primer amor seguía viviendo.
No fue hasta el momento en que Diego Ferrer besó sus labios frente al altar después de haber hecho promesas vacías, después de haber sido ella la admirada por su escultural figura masculina hasta que lo supo. Ella se estaba lejos de casarse con su primer amor. Aquel amor de la infancia que un día se fue sin más, dejando sola, dejándola en ese hoyo oscuro donde ella no encontró a qué aferrarse sino era a ella misma.
La emoción remplazó a sus ganas de morir al saberlo. Ella acababa de casarse con un despiadado hombre para el que solo sería una máquina de hacer bebés.
De pronto, todo lo que Diego Ferrer pudo ver después de haberla besado con tanta delicadeza fue lágrimas en su rostro. Eso no podía ser, no sabía qué era lo que ella estaba pensando en ese momento pero eso no podía ser. Ellos se estaban casando por un contrato, No más que eso.
En la mente de Cameron, las palabras de la persona que un día fue su primer amor y que ahora no era más que un recuerdo, se repetían constantemente.
“Volveré, mi amor. Nos casaremos. Espera por mí, seremos felices.”
Pero ella no pudo esperar. Ella se acababa de casar con el CEO más importante.
Con la mirada nublada, Cameron y Renata se acompañaron mutuamente, sintiendo el mismo dolor. En ese momento Renata sabía que el niño era hijo de su hermana, pero era Cameron quien lo quería como a su propia madre. Lo mismo ocurría con Tita. No les importaba si Tita era adoptada o no, Tita era su bebé. Y muy pronto, también el bebé de Cameron. Alrededor de diez coches, contando las patrullas en las que viajaban Ace y Diego, llegaron a uno de los bosques más solitarios. Ace les había indicado que condujeran hasta allí. Sabía que Camilla iba a llevar a los niños allí, ya que había hablado con ella hacía unos minutos como si estuviera de acuerdo con el plan. La verdad era que la policía estaba con ellos. Ace iba a confesarlo todo. Cuando encontraron a Camila, ella estaba con los dos niños llorando y gritando al borde de un acantilado. Tita y Gadriel estaban atados. La policía estaba allí. —Por favor, Camila, dame a los niños. No puedes hacerles esto. Fuiste madre de dos. Por favor, pod
Con lágrimas en los ojos, Cameron suplicó que Susan tuviera piedad con ella. Era inútil seguir diciendo que ella no tenía nada que ver con aquello cuando estaba claro que era su letra la que había quedado impresa en aquellos papelitos. Al día siguiente de la boda que no se celebró en realidad, lo único que hizo Cameron fue buscar a Susan hasta que al día siguiente la encontró. Y ahora estaban, Cameron corriendo detrás de ella por los pasillos, tratando de convencerla en la declaración contra Ace si era culpable por supuesto. Si la policía no encontraba nada contra Ace, Diego iba a cargar con la pesadez de otros cinco años por falsificar información. Cameron quería salvarlo. Cameron quería ser justicia, la justicia que no llegó antes a Eliza. —¡Si sabes algo, deberías decirlo!— Dijo Cameron. Susan se dio la vuelta. No había forma de que ella declarara en contra de Ace. Ace había sido un verdadero amigo para ella, si Susan hacía eso iba a ser como traicionar a quien hizo lo mejor por
—Ace estaba predestinado a estar con Eliza, pero fui yo quien se cruzó en su camino. Ace y Eliza fueron los verdaderos protagonistas de esta historia —empezó a decir Diego. —Me enamoré de ella solo por conversaciones tontas un día que Ace me pidió que cuidara su chat ya que había tenido una pelea con su futura esposa, al menos así quería que sucediera. Fue mi error. Hice que se enamorara de mí y cuando nos conocimos, ya sabía que iba a acudir a mí ya que le había dicho que Ace era el verdadero intruso, el amigo mío que le estaba haciendo ese favor de hablar con ella mientras yo no podía. Cambié los papeles, Cameron. Me casé con Eliza y quería reconciliarme con él, así que decidí que sería buena idea que se convirtiera en uno de los principales accionistas hasta que pudiera hacer de su empresa una de las más grandes no lejos de la mía. Cameron, quería que tu familia se responsabilizara de eso y tu abuelo nunca lo supo. Cuanto más decía Diego, más fuerte golpeaba en su corazón. Se le
—No lo sé. Esto me hace pensar que lo mataron porque tenía información que podía usar contra los criminales y por eso hicieron esto. Querían que se callara. Su juicio iba a ser hoy—. Explicó el hombre, colega de Edmundo en ese campo. —¿Quién ha podido hacer esto?— Edmundo continuó. —Pudo haber sido cualquiera. Sabes que el hombre estaba metido en negocios sucios, ¿verdad?—Sí, lo sabía, pero no creo que pudieran haber hecho algo así. —Ya sabes cómo puede ser esa gente. Incluso si le debes un solo dólar se puede pagar con su vida. Edmundo se sentó frente a su amigo. —Algo aquí no está bien. —Por supuesto; delincuencia. —No, no estoy diciendo eso. Lo que digo es que deberíamos averiguar quién fue el asesino aquí. —¡Vamos, Edmundo! ¡Eso no es fácil! Son todos criminales. No podemos simplemente...—¿Qué estás tratando de decir? ¿Sólo porque ya son criminales vas a dejarlo estar? ¡Venga ya! ¡Te pensé un poco más capaz! ¡Tenemos que buscar al hombre u hombres que lo mataron! Tienen
Luces radiantes en un cielo que sólo parecía estar hecho para ella en ese día tan importante en el que Cameron se decidió a dejarlo todo, básicamente a la familia Ferrer. Los rayos del sol no podían brillar más para ella, pues era el día más feliz de su vida. Por fin, después de tanto, de haber recorrido ese camino de rosas y espinas, amanecía. Fuertes y claros rayos de luz. Al menos, eso quería pensar Cameron. Tenía que saber que esta vez se casaba porque quería, no porque alguien la obligara. En un momento como aquel Cameron necesitó de su familia, pero enseguida se dio cuenta de que su familia se reducía a Camilla. Esta vez su abuelo no iba a llevarla al altar, donde debería estar esperándola el único. Iban a ser una familia feliz, eso era todo lo que ella quería pensar.—¡Está usted preciosa, señorita Cameron! — le dijo una de las mujeres que la atendía ese día.El vestido blanco junto con el velo caían como una hermosa ola blanca sobre ella. El día de su vida había llegado, o al
Cuando Bastián volvió a su celda, no pudo evitar sentir un alivio en el corazón después de lo que le había dicho a Cameron. Por supuesto que le hubiera gustado que ella hubiera entendido lo que intentó decirle, pero había una corazonada en su corazón que le decía que ella sólo necesitaba algo de tiempo para pensarlo y ver que él tenía razón. Cameron no necesitaba casarse con Ace cuando él le estaba dando las pruebas que necesitaban para que Camila volviera a su lugar y Diego también tuviera a su lado a quien siempre amó. Frente a la celda donde estaba Bastián, el otro hombre con el que Camilla había hablado comenzó a estudiarlo. El hombre necesitaba vigilar cada uno de sus pasos si realmente quería conseguir muchas cosas de la mujer que acababa de conocer. —¿Es él?— Le preguntó uno de sus hombres. El hombre miró firmemente a Bastián. —Sí, es él. Es idéntico a la foto que me enseñó la mujer.—¿Qué hacemos ahora? —Necesitamos tiempo. Tenemos que vigilar sus pasos y los nuestros. Nad
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