Un par de minutos más y Diego estaría llegando a la empresa. La llamada con uno de los inversores había terminado. Era hora de concentrarse en todo lo que tenía que hacer.
— ¿A qué hora es la reunión con los inversores? —Preguntó Diego a su secretaria, la misma que viajaba a su lado.
— Dentro de dos horas. Señor, ¿ha traído los documentos que probar u matrimonio con su mujer?
A Diego se le cortó la respiración casi al instante. La vida de soltero seguía en él. No iba a ser fácil adaptarse a ese cambio.
— No recuerdo haberlas traído—. Dijo Diego con disimulo.
— ¡Señor, esos documentos son imprescindibles ahora mismo!
— Encontraré una salida al problema.
— Señor, esa era la condición. Sin esos documentos la reunión no tendrá lugar.
— ¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!—Diego alzó la voz desesperado tratando de encontrar a los culpables—. Gira a la izquierda, ¡volvemos a casa! —Ordenó a su chófer.
Tras un suspiro de fastidio, Diego miró por la ventanilla. Tenía que meterse en la cabeza qu