—Es injusto que usted llame esposa a otra mujer —dijo Alana con voz temblorosa, aunque su mirada se mantenía desafiante—. Mi señora debía ser la única en su vida. Nadie más debería llevar el apellido Hill, y mucho menos esa mujer… está muy lejos de ser una Hill. Entre ella y la señora Dulce Hill hay una diferencia inalcanzable. Usted la está traicionando, y mi señora no merece eso.
Kevin la observó con el ceño fruncido, pero ella continuó:
—Por esa razón empujé al camarero. Quería que toda la bebida cayera sobre ella, para que entendiera que no pertenece aquí.
Apenas escuchó aquellas palabras, Kevin la sujetó del cuello con una fuerza que le robó el aliento.
—No estás calificada para decidir eso, Alana —espetó con la voz cargada de ira—. No tenías, ni tendrás jamás, el más mínimo derecho de hacerlo.
— Ya lo hice Señor, y permitame decirle que no hay arrepentimiento.
El agarre se volvió más intenso por un segundo antes de soltarla con brusquedad.
—Estás despedida. No quiero vol