Por supuesto que aquel comentario de Leah encendió el mal humor de Kevin. El hombre la tomó del brazo con fuerza.
—¿Puedes explicarme a qué se debe ese comentario? —preguntó con una mirada que ardía de furia—. Te hice una pregunta, Leah, y estoy esperando una respuesta.
—Kevin, no te hagas el estúpido. Tú y yo sabemos perfectamente de qué estoy hablando. Pero déjame dejarte algo en claro: no me importa lo que hagas ni con quién lo hagas. Solo te aconsejo tener más cuidado, porque otra persona podría escucharte. Y ya, vámonos; se está haciendo tarde y estás perdiendo tu tiempo... igual que me haces perder el mío.
Kevin apretó aún más su brazo, obligándola a contener un gesto de dolor. No obstante, no se quejó. Segundos después, la soltó con brusquedad y ambos avanzaron en silencio hasta la camioneta.
Una hora más tarde, el vehículo se detenía frente a la costa. Un lujoso yate los esperaba, rodeado de luces y murmullos. Varios invitados ya se encontraban allí, todos esperando la ll