El portón principal de la Mansión Presley se cerró con un golpe suave, casi solemne, detrás de ellos. Leah sintió un alivio tenue recorrerle el pecho, como si cada paso que daba hacia el coche la alejara un poco de todo lo que acababa de ocurrir allí dentro. Kevin caminaba a su lado en silencio, atento, sin invadirla. La miró de reojo antes de abrirle la puerta del vehículo.
—¿Quieres que almorcemos en algún restaurante? —preguntó con voz tranquila, procurando que sonara más a sugerencia que a insistencia.
Leah negó con un gesto leve mientras acomodaba un mechón de cabello detrás de su oreja.
—No, gracias. Prefiero irme directamente a la Villa —respondió sin dudar, su mirada fija en algún punto al frente, lejos del bullicio inexistente, lejos de todo.
Kevin asintió. No insistió, no preguntó por qué; simplemente respetó su decisión como solía hacerlo cuando notaba que algo se movía dentro de ella en estos días.
—Está bien —dijo, rodeando el auto para tomar el asiento del cond