Ámbar
Han pasado varios días desde que David y yo discutimos, y él no ha regresado a casa. Aunque intento convencerme de que es mejor así y me mantengo ocupada con trabajos independientes, algo en mi interior me impide encontrar la paz. Si bien es probable que esté trabajando, saliendo y durmiendo con otras mujeres, no puedo evitar sentirme preocupada por su bienestar.
—No, no es así —me digo por millonésima vez en el día, y eso que apenas es la hora del almuerzo—. Mi suegro ya habría venido a decírmelo, mi hermana a burlarse y mis padres a venderme a otro hombre.
Joshua:
¿Cómo estás, Ámbar? Hace un par de días que no me escribes. Sé que debes estar ocupada con los clientes que te envié, pero me gustaría saber si te sientes cómoda con esto. He tratado de conseguir lo más posible, y hay mucha gente en el medio que está interesada en tus diseños. Eres más popular de lo que piensas.
El correo de Joshua, aunque me alegra muchísimo, solo me arranca una sonrisa desganada. No tengo energía n