Ámbar
Después de aquella visita al restaurante y cuestionamiento por parte de David, me quedó claro que debía ser muchísimo más cuidadosa con mis correos electrónicos. En cuanto tuve una oportunidad, le escribí a Joshua contándole la situación y preguntándole por qué había vuelto y no me lo dijo.
Joshua:
Tengo algunos negocios en la ciudad, por eso estoy aquí. Si no te lo dije, fue porque quería darte una sorpresa, pero ahora que dices todo esto, me queda claro que la situación se complica. Tranquilízate, encontraré una manera de ayudarte, te lo prometo. No lo rechaces, por favor. Tienes que reunir ese dinero lo antes posible. Te ayudaría a pagárselo, pero sé que me lo rechazarías y me darías una fuerte bofetada de esas que sabes pegar. No le tengo miedo a nada, excepto a eso.
Me cubro la boca con una mano para no reírme. Joshua me conoce muy bien y me alegra que entienda que no debe meterse en este asunto. Sin embargo, parte de mí se siente tentada a aceptar su ayuda como un préstamo