Ahora su mente tendría que velar, no solo por sus intereses, claro se dijo en su mente, el conde es rico, y tiene todo lo que yo deseo, además me encanta como me trata, creo que lo más adecuado es que yo sea su esposa, y no dejaré que de ninguna manera Elisa, lo vuelva a poner un solo brazo encina, todas estas ideas cruzaban por la mente de Genoveva que ahora sentía mucha mayor felicidad.
Pasaron las horas, y cayendo la tarde el conde regreso a su mansión Genoveva estaba muy bien vestida, tal como a ella le gustaba, se había puesto el perfume que le encantaba al conde, el conde dragón subió por las gradas, una sensación de alivio lo invadió, la llegada de los dragones estaba a próxima, seguramente en día de mañana por la tarde llegaran, pensó el conde.
Que abrió la puerta, y vio la mesa servida, y Genoveva esperándolo con la elegancia que le caracterizaba, el conde le miro con ojos calmos, le pareció verla hermosa, y suspiro, Genoveva irrumpió el silencio. —¿alguna noticia de los drag