El aroma dulce del removedor sin acetona flotaba en el ambiente, mezclado con el olor tenue a vainilla de las velas aromáticas. Era miércoles, un día aparentemente tranquilo, pero Aitana sabía que la calma era engañosa. Últimamente, su cuerpo y su mente estaban en constante lucha: el embarazo, la incertidumbre, el cansancio... y, por supuesto, Iker.
Aitana intentaba mantenerse ocupada. Sus manos eran más firmes cuando tenían una lima o un pincel. Era como si al trabajar pudiera olvidarse de todo, aunque fuera por un instante.
-¿Podrías hacerme las uñas en ese rojo cereza que está de moda? -preguntó la clienta citada para la una de la tarde, mientras dejaba su bolso Chanel sobre la mesa y sacaba su celular, último modelo.
-¿Quieres un tono jelly o uno más sólido? -preguntó Aitana, mostrando dos muestras en la paleta de colores.
-Ese que parece gelatina -dijo la chica-. ¡Ah, y con acabado espejo! Es que Iker me dijo que ese rojo me quedaba de infarto...
El nombre golpeó a Aitana como un