El eco de las palabras del médico, "solo un milagro puede salvar a su padre", resonó en la mente de Jade mientras las lágrimas empapaban el frío suelo del hospital. La desesperación la consumía y un abismo oscuro se abría bajo sus pies. No podía perder a su padre. No después de todo lo que había pasado, después de que él fuera su única constante, su refugio.
Se levantó, sus piernas aún temblorosas, y se dirigió a la sala de espera desierta. Necesitaba pensar. Necesitaba un plan. El reloj en la pared marcaba las horas con una lentitud exasperante. Cada tic-tac era un recordatorio del tiempo que se agotaba para Morgan.
Su mirada cayó en su teléfono. Liam. Había prometido escribirle, pero ahora, las cartas parecían insuficientes.
Quería su voz, su fuerza, su consuelo. Sin embargo, sabía que estaba en un lugar donde la comunicación era limitada. Aun así, tenía que intentarlo. Tenía que contárselo.
Sacó un pequeño cuaderno de su bolso, el mismo donde guardaba las cartas de Liam. Con mano t