El bullicio de la cafetería era un telón de fondo vibrante para el reencuentro de Jade y Liam.
Se sentaron en una mesa exterior, la luz del sol de la tarde filtrándose a través de los toldos, proyectando sombras danzantes sobre el pavimento. El aroma a café recién molido y bollería recién horneada flotaba en el aire, mezclándose con las risitas ocasionales de Lucy, que se dedicaba a su helado con la concentración de un pequeño gourmet.
La escena, tan sencilla en su superficie, estaba cargada de años de historia, dolor y esperanza.
Jade observó a Liam, sus ojos recorriendo los contornos de su rostro, las líneas que el tiempo y las batallas habían grabado. Notó las cicatrices, no solo las visibles en su piel, sino también las invisibles que adivinaba en su mirada.
La prótesis, apenas disimulada bajo el pantalón, era un recordatorio constante del sacrificio. Liam había madurado, endurecido por la experiencia, por el fragor de la guerra, pero sus ojos conservaban la misma calidez y sincer