El aroma a café recién molido y pastas dulces llenaba la cafetería, pero Jade apenas lo percibía.
Sentada junto a la ventana, observaba la calle bulliciosa, los transeúntes yendo y viniendo, ajenos a la tormenta que se gestaba en su interior. La taza de té de manzanilla frente a ella permanecía intacta. Sus manos, entrelazadas sobre la mesa, temblaban ligeramente. Había llamado, esa súplica desesperada que le dijo con la voz más quebrada que tuvo, a la única persona que, en su mente, poseía el poder de lo imposible.
Y ahora, lo esperaba.
La decisión había sido agónica. Después de la devastadora conversación con el médico y el desgarrador encuentro con su padre, la promesa que le había hecho resonó en cada fibra de su ser: "Te voy a salvar". Y para salvarlo, necesitaba un corazón.
Un corazón que el sistema no podía darle a tiempo. Solo una persona en su mundo, una persona con conexiones turbias y un poder que bordeaba lo ilícito, podría mover los hilos de manera tan rápida y eficiente.