Jade miró a Hywell, sus ojos brillando con una mezcla de adoración y deseo. La conversación con Liam, las reconciliaciones tácitas y las promesas de un futuro, todo se desvanecía ante la urgencia de su presencia y de esa necesidad de tocarlo y sentirlo.
Sus manos se posaron en los hombros anchos de Hywell, sintiendo la solidez de su cuerpo, la familiaridad de su piel bajo la tela del traje. Una corriente eléctrica recorrió su cuerpo, una sensación inconfundible que le indicaba lo mucho que lo deseaba en ese preciso instante, en ese lugar que profanarían.
Podía sentir el calor que emanaba de él, la conexión palpable que los unía, y cómo su propio cuerpo respondía a esa cercanía, un deseo húmedo que crecía con cada segundo. Quería estar con él, completamente, sin barreras ni interrupciones.
Con una determinación que encendía sus ojos, tiró suavemente de su mano y le sonrió, invitando a Hywell a pecar con ella.
—Vamos.
Hywell entendió al instante, una sonrisa ladeada, llena de picardía y