El grito de Jade se ahogó en la oscuridad del jardín, un lamento solitario que se elevó hacia el cielo estrellado de California. Su padre, Morgan, yacía inmóvil entre los rosales con una mancha de sangre en su sien como un presagio aterrador. El terror se apoderó de ella, un miedo tan primario que paralizó su mente por un instante y que la llevó a temblar de pies a cabeza.
—¡Papá! ¡Papá, por favor! —suplicó, sus manos temblaban mientras palpaba su rostro pálido. La piel de Morgan estaba fría, y un débil hilo de sangre continuaba escurriéndose.
El pánico se apoderó de ella.
Se puso de pie, sus piernas temblaban, sus ojos desesperados buscaron algo, cualquier cosa. Su teléfono. Estaba en el suelo, junto a la bolsa que había dejado caer. Lo agarró, sus dedos torpes tecleando el número de emergencias.
—¡Ayuda! ¡Por favor, necesito una ambulancia! ¡Mi padre… está inconsciente! ¡Está herido! —gritó al operador, su voz temblaba. Dio la dirección de su casa, su mente apenas registrando las pr