11. Tu mirada
Roxana
Me había armado de valor para ser la anfitriona perfecta. Respiré hondo, alisé mi vestido y me dirigí hacia la entrada después de que me avisaron que Alessandro y su esposa acaban de llegar. Sin embargo, jamás esperé que ella me sujetara con una mano y la cerrara alrededor de mi brazo como una garra.
—Tu casa es preciosa —su tono entusiasta no parecía entonar con su mirada, pero me sentí sonreír al darle las gracias a una mujer que vi apenas dos veces en mi vida y ahora actuaba como si fuéramos amigas íntimas.
—Bienvenidos —agregué y me detuve, obligándola a hacer lo mismo.
Sin embargo, volvió a halarme y eso me desconcertó aún más.
—¿Contrataste a un decorador o lo hiciste tú misma?
Su perfume, una mezcla abrumadora de jazmín y algo más dulzón, me invadió las fosas nasales mientras intentaba mantener el equilibrio en mis tacones.
Escuché la risa de Andrea mezclada con la de mi cuñado y el sonido me produjo una extraña desesperación por hacer bajar a mi hijo de sus hombros.
—¿E