100. La línea en la arena
Roxana
—¡Tenía todo el puto derecho! Era el padre de ese bebé, ¿por qué actúas como si fuese el villano en esta historia?
Me sequé las lágrimas y me levanté, necesitaba distancia. Pero él la sujetó con una mirada contrariada y me pidió que volviera a sentarme.
Su tranquilidad me ayudó a armarme de valor. Lo miré a los ojos sin alejarme de sus caricias sobre mi mano, que reposaba en su rodilla, y le exigí:
—Retira esa denuncia.
Fue él quien se irguió esta vez y resopló con frustración.
—No lo haré. Hacerlo y dejar que se vaya como si nada, sería ir en contra de mis principios.
—¿Principios? —La palabra me supo amarga en la boca—. ¿Como cuando nos acostamos mientras yo estaba casada con tu hermano?
Alessandro se giró hacia mí con una mano en el cinturón y expulsó aire del pecho como si lo hubiera golpeado.
—¿Y quién te dijo que yo era un hombre perfecto?
La pregunta me desarmó por un segundo. Había esperado defensas, no esa honestidad cruda, y su desfachatez hizo que mi risa saliera que