Roxana
El vestido azul se ajustaba a mis nuevas curvas desde que nació nuestra Luna seis meses atrás, y mi cuerpo había encontrado un equilibrio que me encantaba. El llanto suave desde la habitación contigua hizo que mis pechos respondieran como un sensor, manchando la seda de leche.Maldije en voz baja, pero ya era demasiado tarde. Tendría que cambiarme de nuevo y ponerme los protectores de lactancia para evitar otro accidente.
La encontré despierta en su cuna, con los ojos verdes de Alessandro parpadeando en un rostro que era completamente mío. La alcé con cuidado, acomodándome en la mecedora para alimentarla.
Carla apareció en la puerta y le hice un gesto para que se acercara. Ella regresó meses después de que su hermana falleciera y no pensaba dejar que se fuera nunca más.
—Acaba de despertar. Dame diez minutos y es toda tuya.
—Tómense su tiempo. Andrea está terminando su tarea en la cocina junto al señor Francesco.
Eso me recordó el estado de Giulia, aún internada en un hospital