La silueta de Fabrizio aparece bajo la tenue luz del lugar. Entra con paso firme y decidido, haciendo que el aire se sienta más denso. Lleva un traje negro impecable, pero lo único que me importa de él en este momento son sus ojos. Esos malditos ojos, fríos como el hielo, calculadores como siempre.
—¿Qué demonios pasa, Rossi? —repite la pregunta, dejando que su hermano Luigi entre detrás de él, al ver la vacilación en todos—. ¿Por qué nos trajeron a esta extraña casa? Rossi, quien respira con fuerza, se acerca a Fabrizio con unos documentos en las manos. Puedo ver que está buscando las palabras correctas para decirle lo que habíamos descubierto sin que pusiera a Roma, por no decir Italia, en un caos. —Tienes que estar preparado, Fabrizio —al fin dice con seriedad—. Esto que les voy a enseñar no es fáci