583. RAPTANDO A MI ESPOSA
GERÓNIMO:
¿Podía pedirse más? Mi familia, mis amigos, mi esposa, todo era perfecto para mi estado emocional o eso creí, hasta que sus ojos verdes me miraron. Y aunque todavía no recordaba nada, de la manera desmedida que todos me decían que yo la amaba, algo en esos ojos verdes que no le hacían compañía, a la sonrisa que esbozaban sus labios, me advirtió del peligro. ¡Mi Cielo se estaba apagando, perdida en el dolor!
Me acerqué despacio sin dejar de observar el nerviosismo, que hizo que su labio inferior se estremeciera apenas imperceptiblemente para otros, pero no para mí. Conocía ya cada palmo de su cuerpo, cada expresión de su bello rostro, y lo supe. Mi Cielo, mi alma sufría por la pérdida de nuestro bebé, al ver a los demás con los suyos y lo ocultaba de mí.
La atraje despacio apretándole fuertemente contra mi pecho, tomé su cintura y de un pequeño impulso, hice que subiera a horcajadas sobre mí. Tomé mis llaves, su bolso y salí de allí. Donde todos emanaban felicidad y me la