584. EL INICIO DEL FIN
GERÓNIMO:
Mi corazón no dejaba de palpitar al compás del suyo, como si el universo estuviera en sincronía con este instante eterno. Tomé su mano con firmeza, deseando transmitirle que la única certeza que me movía era ella.
—Cielo mío, no pienses en eso —le pedí de inmediato. —Solo deja que cuide de tu alma rota. Quiero ser tu apoyo, quiero que juntos construyamos una vida para los dos. No quiero separarme de ti nunca. Estoy enamorado de ti, mi Cielo. Amo tus hermosos ojos verdes que nunca olvidé, tus lindas sonrisas dedicadas a mí, adoro ver tu pelo volar al aire libre, resplandeciendo con los rayos del sol. Amo reposar mi cabeza en tu pecho y escuchar cómo se acelera el ritmo de tu corazón por ello. Te encontré, mi Cielo, al fin te encontré. Eres el mayor tesoro que tengo en mi vida, y como tal te cuidaré el resto de ella.
La sentí suspirar y vi cómo las lágrimas volvían a rodar por sus mejillas. La estreché fuerte contra mi pecho. Comencé entonces a hablarle y a describir todo