585. UN FINAL FELIZ
GERÓNIMO:
El silencio en el salón fue tan profundo que parecía que todos habían detenido incluso su respiración. Mi Cielo, con las manos aún en su vientre, clavó sus ojos en mí. En su mirada había una mezcla de sorpresa, miedo y algo más que no podía descifrar en ese momento. Mi corazón palpitaba con fuerza, temiendo lo que pudiera responder.
—¿Me lo ocultaste? —susurró finalmente, casi inaudible.
Asentí, apretando los labios. Sabía que este momento llegaría y que tendría que enfrentar su enojo. Pero también sabía que había decidido hacerlo porque ella jamás habría tomado la iniciativa.
—Están bien, Cielo, están bien. Ahora estoy consciente de tu estado y los he cuidado —le aseguré enseguida, tomando sus manos. —¿Te das cuenta de que el futuro Gerónimo está bien sujeto a ti? Eres una mujer sana, no le pasará nada.
—¡Eres un irresponsable! —exclamó en medio de una gran sonrisa y lágrimas de felicidad. —Ahora entiendo por qué te negabas estos meses a hacer cosas. ¡Gracias, amor,